Sitges 2019| Día 1: Cárceles y ataúdes

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Ya se han quemado los primeros cartuchos del festival y de momento todo en orden. La gente sigue aplaudiendo cada título de crédito inicial y casi todos los cuellos que se cortan. Como en casa. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet 

Ya se han quemado los primeros cartuchos del festival y de momento todo en orden. La gente sigue aplaudiendo cada título de crédito inicial y casi todos los cuellos que se cortan. Como en casa.

Ayer, en la crónica previa al festival, comentaba que personalmente consideraba que una cobertura de Sitges debía de ser heterogenia en cuánto secciones y propuestas a tratar. Hoy ha sido un poco esto en las tres películas que se han podido visionar. Una mañana que se ha decantado más hacia mi vida de persona normal y civilizada me ha impedido el visionado de la película de inauguración, In the tall grass, aunque no es algo que quite mucho el sueño, pues cuando se publique este artículo, el viernes 4 de octubre, solo unas horas después de abrir Sitges, ya se encontrará en Netflix. Independientemente de la opinión sobre el film que pueda tener cuando la vea, creo que es interesante cuestionarse la personalidad del festival programando una película de inauguración que se encontrará en V.O.D al cabo de unas horas. Se hace raro y absurdo. O dice mucho de la importancia que se le da a la figura de la película inaugural.

Así pues, mi estreno en esta 52ª edición ha sido con Zombi child, de Bertrand Bonello, una cinta que divaga en el tiempo y el espacio, sobre todo entre dos en concreto, el Haití del 1962 y el París de hoy. Bonello intenta formar dos realidades que tardan en conectarse pero que cuando lo hacen revisten el film de fuerza y, sobre todo, de sentido. Una de las pegas de la película es la poca –o fallida– explotación de algunos aspectos que se plantean de forma inequívoca. Uno de ellos es la contraposición entre estas dos dimensiones, alimentada por el discurso académico sobre la revolución y la libertad y por la antítesis sociocultural y/o antropológica entre ambos. Pero también por la sensación de que Bonello elabora un relato con el objetivo de llegar a su clímax y acaba descuidando los aspectos que solo le sirven de excusa para conseguirlo. Aún así, lo consigue.

La segunda propuesta del día ha sido 4×4, la cinta del argentino Mariano Cohn, incluida en la sección Òrbita del certamen. El film, que se suma a la lista de películas que suceden en un espacio reducido y claustrofóbico, plantea cuestiones como la libertad y su pérdida o la proporcionalidad de las consecuencias de los actos de cada uno. La connotación de crítica social termina, pero, en un desenlace excesivamente teatral y que se encarga de desenmascarar la posición ideológica de sus autores, condenando de una manera muy sucia el único personaje que aporta un soplo de aire fresco de la trama. Macrismo puro.

Y en una sesión casi de golfas, con pocas cabezas en las butacas del Auditori (a.k.a El Templo), la que a priori era la proyección más atractiva de la jornada, 3 from hell. La nueva cinta de Rob Zombie es una comedia negrísima y pasadísima de vueltas, que sigue la línea que su autor ya había comenzado a trazar anteriormente.  Se debe de reconocer su efectividad en los mejores momentos, pero es inevitable la sensación general de vacío y de falta de justificación. Lo más interesante, y seguramente lo más controvertido, está en la posición de Zombie ante estos tres despreciables fugitivos, ya que no busca en ningún momento su criminalización, más bien los hace disfrutar de sus atrocidades. Aun así, tampoco los justifica, simplemente los libera del discurso moral en el que un guionista que no fuera el bueno de Rob caería. Admirable por un lado, turbio por otro.

Una primera jornada que, por lo visto, no ha conllevado ninguna sorpresa a nivel personal, aunque sí tres propuestas que gozan de sus puntos interesantes y de sus aspectos a retraer, y el hecho de volver a la bacanal cinematográfica que significa Sitges.  Queda mucho festival y son las 3 de la mañana cuando escribo estas últimas líneas. Agradezco, desde aquí, a Café Candelas por sus servicios.

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