‘Pájaros de Verano’: Realidad ancestral

Por Rodolfo Monsserrat [@celuloideconalma]

Basada en hechos reales, Pájaros de Verano cuenta la historia del origen del narcotráfico en Colombia a principios de los años 70, a partir de los cultivos de marihuana y su mercadeo a Estados Unidos cuando el consumo de esta hierba estaba en pleno auge en los tiempos de la psicodelia.

Por un lado está la familia Wayúu liderada por Úrsula Pushaina, cuya hija Zaida, va a contraer matrimonio con Rapayet Abuchaibe, un “arijuna” (hombre foráneo al clan) líder de una familia indígena. Para conseguir la inaudita dote que se le pide al muchacho, de reses chivos y collares, por la mano de Zaida, este solo ve una salida posible; se dejará tentar por el dinero fácil cuando unos miembros del Cuerpo de Paz que andan visitando el país con el falso pretexto de ayudar a los más necesitados, buscan realmente mercadear con toneladas de marihuana. Es en ese momento cuando Rapayet decide tomar el control de las “relaciones comerciales” de este nuevo nicho de mercado.

Por otro lado, se nos cuenta la historia de dos amigos, Moisés, el mejor amigo de Rapayet y, Leónidas, el hermano menor de Zaida, quienes entrarán en la gestión conjunta del lucrativo negocio.

La incorporación de estos dos individuos al negocio marcha bien hasta que un suceso en el intercambio del dinero por la marihuana entre Moisés y los americanos, desata la “conciencia cultural” de que el derramamiento de sangre no es típico de los wayúu y eso hace que Rapayet decida separarse de Moisés, hasta el punto de no volver a hablarse y, que cada uno forme su propia “empresa” sin reglas del juego que valgan.

La rivalidad entre ambas familias no se hace esperar. Dicen que el dinero mal gestionado, todo lo destruye y es así como crecen las discrepancias; el valor de su cultura y las tradiciones ancestrales quedan malogradas, hasta el punto de destruirse. En ambos bandos y las peleas familiares van en aumento, donde solo parece primar las ansias de poder y de bienes materiales. Los valores de fraternidad, respeto y nobleza, quedan relegados a un segundo plano. Finalmente Rapayet acaba por no casarse con Zaida y seguirá aunando esfuerzos por mantener el negocio a flote.

A eso hay que añadirle la indisciplina del joven Leónidas; un rebelde sin causa, incontrolado y dejado de la mano de los dioses. Un tipo que vemos crecer pero que no evoluciona como ser racional, hasta que una violación acaba por deshonrar a la familia contraria, algo intolerable y  de este suceso surgirá el detonante final de la rivalidad encarnizada entre ambos clanes. Un incidente que acabará con la toma a las armas y sus funestas consecuencias.

A destacar a nivel técnico la toma de planos, la excepcional calidad de imagen, el realismo que le ponen los intérpretes en cada escena y la atmósfera que proponen sus directores en cada momento.

Por otro lado comentar la calidad narrativa, estructura en cinco actos o cantos (Hierba Salvaje – 1960; Las Tumbas – 1971; La Bonanza – 1979; La Guerra – 1980; y El Limbo – 1981), como si de una obra de teatro se tratara, y el uso, casi íntegro de la lengua amerindia wayuunaiki, siento “Pájaros de verano” la primera película de ficción en este idioma.

De una aura mística, sobre todo con los elementos naturales (insectos y pájaros) como señales de augurios, la cinta no solo muestra la realidad de un momento en Colombia, sino que es capaz de enseñarnos los rituales ancestrales, las costumbres inmemoriales y el mensaje de sabiduría hacia la tierra madre que los originarios de esas latitudes han preservado, a pesar de las tentaciones del progreso por borrarlas de la memoria colectiva. Pájaros de Verano se cuenta desde la perspectiva de las mujeres, aquellas que sufren en silencio el conflicto pero quienes sacan la fortaleza interna para sobrellevar la dura situación en cualquier situación límite.