‘Black Mirror: Bandersnatch’: Adiós al cine

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Con Bandersnatch, el cine, o mejor dicho, los autores, pierden su cátedra en favor de la democratización de la trama. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet 

Uno nunca imaginó sentarse a escribir una reseña tan compleja, tan imposible.  Quién no sabe ya, un día después de su lanzamiento, que el primer largometraje de Black Mirror no es sino una multiplicidad de estos, una amplia variedad de versiones y variaciones que dependen de las decisiones que uno –el espectador– toma durante el transcurso de la obra. Un acontecimiento audiovisual que solo podía estar reservado para la serie que mejor sabe tratar la distopía de la sociedad occidental, esa idea del futuro ni tan remota ni tan improbable.

Anunciada tan solo el día antes de ser accesible en Netflix, una plataforma tan revolucionaria para lo audiovisual y tan discutida para los que sienten –o sentimos– el cine de una forma distinta a la que nos plantean. Y a la vez una increíble vuelta de tuerca –una más– al concepto que tenemos del cine, al papel del espectador y a la relación de este con el contenido.

Con Bandersnatch, el cine, o mejor dicho, los autores, pierden su cátedra en favor de la democratización de la trama, aunque no podemos afirmar que estamos delante de una democracia real, sino que igual que en los videojuegos, todos los escenarios ya han estado planteados en el proceso de creación. El largometraje, pero, ha dejado de ser un camino recto y cerrado para pasar a ser un pasillo con puertas, todas ellas contempladas, pero no necesariamente conectas. Una historia sujeta a diferentes combinaciones y dispuesta a provocar distintas sensaciones y reacciones a todo aquél que se adentra en ella.

Cuadro de decisiones y tramas de ‘Bandersnatch’

Es, de momento, lo más cercano que ha estado el cine de la condición de videojuego. Y viniendo de una producción de Black Mirror, el sentido puede interpretarse de forma múltiple, pero la idea de no ser uno mismo quien toma sus propias decisiones no parece reconfortar. Preguntarse cuál es la posición de los autores de esta obra, y de la obra en sí, puede ser un ejercicio más que necesario para su interpretación.

A la vez, este largometraje de hora y media es la absoluta justificación del cine como producto de consumo individual, en pantalla pequeña y a través de un ordenador personal. Es imposible de entender –y de materializar- la proyección de Bandersnatch en una sala de cine convencional. Una de las discusiones cinéfilas de este 2018 ha sido el encaje de obras cinematográficas estrenadas directamente en VOD, y la indignación por no poderlas ver en salas. Con el estreno de esta obra, el debate es tan inexistente como inútil.

Black Mirror, esta vez en forma de película, vuelve para continuar exprimiendo los sesos a sus seguidores, y a seguir reflejando a través de situaciones extremas los hábitos de la sociedad de hoy. Esta vez, sin dejar atrás sus formas, también revoluciona el concepto de obra cinematográfica en sí, ya sea para cuestionarla o para plantear nuevos caminos a recorrer. Sin duda, otra genialidad de una serie que tenía a sus seguidores mosqueados tras su floja cuarta temporada.

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