‘La belle et la meute’: Relato de una post-violación

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En el segundo día del Ohlalà, el festival de cine francófono de Barcelona, se proyecta una de las pocas sesiones de esta cinta en España, habiendo pasado antes por escasos festivales, como el SEMINCI de Valladolid o el FCAT de Tarifa. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet

En el segundo día del Ohlalà, el festival de cine francófono de Barcelona, se proyecta una de las pocas sesiones de esta cinta en España, habiendo pasado antes por escasos festivales, como el SEMINCI de Valladolid o el FCAT de Tarifa, a pesar de haber sido presentada en la prestigiosa sección Un certain regard de la pasada edición de Cannes.

Aala Kaf Ifrit en árabe, La belle et la meute en francés o Beauty and the dogs en su traducción al inglés, es el tercer largometraje de la directora tunecina Kaouther Ben Hania, que se inició en la dirección el 2014 con Challat of Tunis y estrenó su segundo trabajo, Zaineb n’aime pas la neige, en 2016. En esta tercera cinta, Ben Hania nos relata una historia real que nos sitúa en el Túnez post-Primavera Árabe, en lo que deberían ser supuestamente unos nuevos tiempos para la sociedad tunecina, y a partir de nueve secuencias diferenciadas, cada una de ellas compuestas por un solo plano, se lleva al espectador hasta la situación más kafkiana posible, a través de la odisea que Mariam (Mariam Al Ferjani) sufre después de ser violada por la policía al salir de una fiesta universitaria con Youseff (Ghanem Zrelli). La burocracia, la corrupción y la indiferencia llevan el personaje y la situación hasta el extremo en sólo unas horas, elaborando así una crítica hacia una sociedad patriarcal, retrógrada y burocrática.

La primera jugada magistral de la directora es la elipsis que se produce des del fin de la primera secuencia al comienzo de la segunda, el cual comprende un par de horas como mucho, pero en él sucede el eje alrededor del cual va a girar toda la trama de la película, la violación. Ben Hania se ahorra mostrar la escena visualmente para luego ir narrándola al paso de los acontecimientos y además deja al espectador descolocado un buen rato hasta que se empiezan a desvelar hechos. A partir de allí, la protagonista se ve sumergida en un “yo contra todos” que lleva a descubrir las caras más miserables y retrógradas de la sociedad, no sólo tunecina. Túnez es utilizado en el film cómo escenario para mostrar una situación que en mayor o menor medida se puede encontrar en muchos otros lugares del mundo, incluso en sociedades más concienciadas.
Otro aspecto acertado lo encontraríamos en la utilización de la toma única en cada una de las secuencias. Éste recurso aporta a la película una dosis de angustia y alegoriza la duración y la prolongación de todo el proceso en el que se encuentra. Además, este recurso se utiliza de forma inteligente, pues no se añaden diálogos o situaciones innecesarias y parece que todo esté colocado en su sitio para provocar al espectador el sentimiento que de verdad tiene la intención de provocar el film. También es remarcable que en todo momento Mariam es el objetivo de la cámara, cuya interpretación por parte de Mariam Al Fernaji es espléndida.

El final es previsible por todo aquel que conoce el desenlace de la historia real. Se nos presenta la protagonista con un velo en forma de capa de heroína representando su victoria gracias a su obstinación por mantener su dignidad y ejercer sus derechos a pesar de la corrupción y de los ideales de su país. Quizás un final demasiado cargado de romanticismo y heroísmo que se aleja del realismo que se ha mantenido durante todo el film, pero que cumple con las expectativas y el mensaje de éste.

Así pues, nos encontramos delante de una cinta sobresaliente gracias a que Ben Hania ha sabido presentar de forma inteligente la historia, sobretodo gracias al uso adecuado de los recursos a su alcance y a una gran actuación de Mariam Al Fernaji. La crítica y la reflexión que lleva consigo son de gran incumbencia para la sociedad, no sólo musulmana sino para la occidental. Por esta misma razón, es una pena que en España no hayamos tenido la oportunidad de tenerla en salas, igual que ha pasado en muchos otros países. Verla invita a la reflexión y al ejercicio de ver reflejados en la pantalla muchos de los clichés y comportamientos que sin mayor dificultad podemos encontrar en nuestras sociedades.

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