‘The Medium’: El terror de lo real
De la mano de un grupo de documentalistas tailandeses, Pisanthanakunnos nos adentra en una comunidad rural de la zona noroeste del país asiático, donde se nos presenta a Nim, una médium de la zona que dice estar poseída por una deidad local. | Por Ferran Calvet (Sitges 2021)
Por Ferran Calvet (Sitges 2021)
¡Qué difícil es asimilar una película cuando, en el momento de visionarla, dudamos de si debemos activar la suspensión voluntaria de la incredulidad! En esta complejidad es donde se asienta el nuevo trabajo de Bangjong Pisanthanakun, The Medium, cuya naturaleza necesita ser descubierta a medida que uno va siendo absorbido por el film, descarriado entre la confusión que provoca su doble juego con la realidad y la ficción.
La cinta dirigida por el director tailandés, responsable de títulos como Shutter (2004), es una de las propuestas más esperadas de la presente edición del Festival de Sitges. Programada en la Sección Oficial competitiva, el pasado mes de julio pasó con éxito por el Festival de Cine Fantástico de Bucheon (Corea del Sud), donde se hizo con el galardón a la Mejor Película del certamen. En este mismo país, ha sido una de las películas con mayor recaudación del año.
De la mano de un grupo de documentalistas tailandeses, Pisanthanakunnos nos adentra en una comunidad rural de la zona noroeste del país asiático, donde se nos presenta a Nim, una médium de la zona que dice estar poseída por una deidad local. Tras un inicio de una vocación puramente documental, basado en entrevistas y en la exploración etnográfica, el foco de la película se pone en la sobrina de esta, Mink, que actúa de manera extraña y parece ser víctima de una posesión.
Siguiendo la disposición del director de Alone (2007) de confundir al espectador incluso cuando la chica poseída concentra el interés de las cámaras, el formato continúa siendo engañoso, no renunciando, de momento, a la voluntad de hacer pasar los primeros compases de The Medium como un documental convencional que tiene como objetivo atestiguar al espectador de las verdaderas prácticas del chamanismo, algo que se muestra aún más evidente cuando Nim contesta a una pregunta con un “tú has visto demasiada televisión”.
No obstante, a medida que la protagonista improvisada de la cinta, Mink, comienza a sufrir los horrores de ser poseída, The Medium coloca a los reporteros en una posición de debate ético. Si estamos delante de una cinta documental, ¿por qué un cámara decide seguir grabando en vez de prestar ayuda? ¿Qué morbo podemos encontrar en esta contemplación del dolor? Este papel no intervencionista parece que nos aporta las claves de la naturaleza del film, pero llega el momento en el que Pisanthanakunnos decide volver a embarullarnos y, en una escena extrema, el documentalista reposa la cámara en el suelo para ayudar a la chica.
No es descabellado pensar que el director tailandés tiene presente, desde el primer momento, que rodar una película de terror sobrenatural con tintes de documental, pondría a sus ficcionados corresponsales en una situación de compromiso moral. Es por esto que, en el segundo acto del film, cuando la posesión se vuelve clarividente y la protagonista pierde el oremus, las imágenes son tomadas por cámaras ocultas, liberándolos así de toda responsabilidad. Igual pasa unos instantes antes, cuando se descubre la magnitud real de la patología de Mink a partir de las cámaras de vigilancia de las oficinas donde trabaja.
Desde mi punto de vista, las escenas de colocación de estas cámaras son claves por cuanto desenmascaran el funcionamiento técnico de la cinta y convierten, de facto, a The Medium -tanto lo que hemos visto anteriormente como lo que vendrá a continuación- en un film compuesto por un falso found footage. A partir de entonces, los movimientos de la steadycam, que anteriormente eran limpios y precisos, comienzan a subjetivizar la imagen y a mostrar los temblores de quienes las cargan. Hemos dejado de presenciar un documento armónico e incluso semi periodístico para encontrarnos, de pleno, en una película de terror muy comparable con la idea que propuso la cinta española REC en 2007. Al fin y al cabo, ambas pretenden que el espectador sufra no solo por los personajes delante de la cámara, también por los de detrás.
El epílogo del film, la parte más descomedida de la cinta, acusa una cierta sensación de deriva debido a la voluntad de llevarla a la representación de lo explícito y brutal, dejando atrás intenciones más incorpóreas desarrolladas con antelación. Utilizamos el término acusa porque, en rasgos generales, la cinta pierde su interés como documento antropológico con el fin de volcarse en una exposición de tópicos del subgénero de posesiones y rituales, que quizás interesa menos, ya no por la temática sino por la insistencia con la que se presenta.
Sin embargo, este aspecto no distorsiona el que seguramente es el cometido principal de Pisanthanakun: ir degradando, poco a poco, una historia aparentemente verosímil hasta convertirla en una explosión de referencias al género, un ejercicio que roza el reconocimiento e incluso el homenaje, algo inimaginable en los primeros minutos de la cinta. Cuando nos damos cuenta de que el director tailandés logra su propósito, vemos que The Medium es una película colosal, ya no por la longitud de su metraje, sino por la cantidad de cuestiones que aborda y el sentido que todas acaban teniendo en la cúspide del relato.