‘The dive’: Una absurdidad fraternal
Uno se da cuenta que al fin y al cabo la cinta en general queda en esto, el absurdo, en la epidermis de algo que si se hubiera planteado de forma debida hubiera resultado un relato profundo y desgarrador. | Por Ferran Calvet
Por Ferran Calvet
El film israelí The Dive significa para quien suscribe estas líneas la segunda indagación en la presente edición del Atlántida Film Fest, vivida des de la distancia y con la espinita clavada de no poder haber estado en la visita de Ken Loach a Les Illes, un autor que pese el distanciamiento que con el tiempo he ido experimentando respecto a su cinematografía nunca ha dejado de ser una referencia y un lugar donde volver.
La cinta dirigida por Yona Rozenkier, a partir de la cual firma su ópera prima, ha cosechado buenas recepciones en los festivales donde se ha presentado, haciéndose con varios premios en citas prestigiosas como Locarno o Jerusalén. Por este empujoncito festivalero el film se presentaba con una cierta expectación, también por su promesa argumental de contener un toque de ironía que siempre he tendido a perseguir en las propuestas cinematográficas.
Quizás este cierto hype fue lo que precipitó que mi interés por lo que Rozenkier plantea des del primer momento fuera en caída libre. Pero también es posible que simplemente la cinta esté diseñada para la incomprensión más absoluta de su relato, con historias que de repente se presentan y que hacen referencia a un pasado que el espectador desconoce completamente, como es de esperar. También resulta difícil entrar en el contexto concreto en el que se desarrolla la película. Existe un conflicto bélico que se intenta cargar en los hombros de los personajes, como si este pesara como una losa. Pero su extrema relegación en el fuera de campo provoca que estas dos dimensiones no concuerden y queden tan alejadas que el conflicto termine siendo más bien algo anecdótico, muy a la verita del absurdo.
Uno se da cuenta que al fin y al cabo la cinta en general queda en esto, el absurdo, en la epidermis de algo que si se hubiera planteado de forma debida –y seria– hubiera resultado un relato profundo y desgarrador. Y lo que deberíamos de preguntarnos es si esta absurdidad es adrede o si las intenciones irónicas de su autor no contemplaban este resultado tan catastrófico. En ambos casos la película resulta vanidosa e imposible de comprar, no por la absurdidad, sino por desaprovechar un trasfondo familiar y político de peso.
Aun así Rozenkier demuestra ser una fuente de buenas ocurrencias. La idea de un reencuentro familiar traumático en medio de un escenario bélico para enterrar a un padre y cumplir una de sus últimas peticiones no es para nada un mal argumento para llevar al cine, y menos si tiene tintes autobiográficos. La mala decisión es desarrollar una historia hueca e incomprensible, vacía de algo que pueda aportar trascendencia al relato.
Como la misma sección de Filmin en la que se encuentra The Dive reza: What the fuck?