‘Sylvio’: Un viaje hacia el existencialismo moderno

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Una de las grandes sorpresas de esta 5ª edición del Americana es el visionado de Sylvio, escrita y dirigida por Kentucker Audley y Albert Birney, que nos presentan una película con una gran sensibilidad pese al carácter absurdo que se le da al mismo personaje y a aquello que le rodea. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet

Una de las grandes sorpresas de esta 5ª edición del Americana es el visionado de Sylvio, escrita y dirigida por Kentucker Audley y Albert Birney, que nos presentan una película con una gran sensibilidad pese al carácter absurdo que se le da al mismo personaje y a aquello que le rodea.

Sylvio es un gorila que vive y actúa como un humano que accidentalmente acaba en un plató de televisión. La presión de los espectadores es tal que el programa, presentado por Al Reynolds (Kentucker Audley), se ve obligado a contratarlo para el show, con la intención de mejorar su audiencia y evitar el embargo. Sylvio no triunfa en su primer número pero tiene una segunda oportunidad. A partir de allí se hace famoso por romper todo tipo de objetos delante de las cámaras al grito de «What’s the Ape Gonna Break?»

El film nos dirige hacia una reflexión sobre la absurdidad de la vida moderna y sobre esta misma absurdidad llevada al plano del mainstream, la televisión y la fama. Casi sin ser consciente, su figura se convierte en un icono hasta llegar el punto de que la gente le para por la calle y le presta objetos para romper. Allí es cuando el hombre-gorila se da cuenta de la ridiculez en el que se encuentra su personaje, hasta llegar a cuestionarse si es quien verdaderamente quiere ser y si hace lo que verdaderamente quiere hacer. Este cuestionamiento, como tantos otros aspectos del film, enlaza con planteamientos y dudas existenciales del ser humano. Allí es donde empieza realmente la reflexión del film, que consigue que el público empatice con un gorila atrapado en las redes de la cultura post-moderna. Paralelamente, Audley y Birney presentan una crítica mordaz al mundo del espectáculo que rige esta misma cultura. Cómo ésta nos hace ser esclavos del producto que nos ofrece, cómo podemos pasar de la cima al olvido en un suspiro.

A su vez, Sylvio, es una alegoría flagrante del hombre moderno. ¿Porqué se le representa cómo un animal? Por que la intención es representarnos alguien que está fuera de su hábitat natural, perdido en su propio hogar y en su propia vida, deprimido, sin aspiraciones. Los colores que predominan gran parte en pantalla son amarillos, fucsias, colores fríos, que nos simbolizan toda esta frialdad y vanidad, además de la artificialidad y la poca preocupación por la estética de la cultura de masas. Sylvio podría ser la versión moderna de una mezcla de «El Extranjero» de Camus y de «La Metamorfosis» de Kafka. Una visión absurda y sin sentido de la vida tomada de Mersault, que le convierte en extranjero en su propio medio, y una conversión que le aleja del ser humano para convertirle en algo totalmente distinto, acorde a su relación con su entorno, tomada de Gregor Samsa.

Así pues, Sylvio nos conduce hacia una reflexión muy profunda a través de toques absurdos inyectados en su justa medida para no desgastar al espectador. Más que los diálogos -el gorila no habla-, lo que permite que funcione el film es la capacidad con la que se caracteriza a Sylvio en todo momento. Su ropa, su entorno, sus gestos, su actitud y los sonidos musicales que le acompañan. Los pocos efectos especiales que aparecen son completamente modestos y caseros, aspecto que acentúa -más si cabe-el carácter indie de la cinta. Una pequeña joya que fue estrenada en el SXSW y que a título personal se lleva una de las notas más altas de esta edición del Americana.

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