Sitges 2019| Día 7: Pleno asiático

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Uno no puede decir que ha estado en Sitges si entre las películas que visualiza durante el festival no se encuentra un buen tajo de propuestas asiáticas y de animación. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet

Uno no puede decir que ha estado en Sitges si entre las películas que visiona durante el festival no se encuentra un buen tajo de propuestas asiáticas y de animación. El –supuesto- crítico que suscribe estas líneas ha descubierto una buena parte de sus referentes asiáticos a través de la pantalla de l’Auditori. Autores como Takashi Miike, Apichatpong Weerasethakul o Yeong Sang-ho, por destacar algunos nombres, forman parte de este hall of fame surgido de la programación del festival catalán.

No he escondido en mis anteriores crónicas mi impasibilidad delante del conjunto de películas que he ido viendo durante estos días del festival. He visto películas buenas, por supuesto, pero todavía no he encontrado la que justifique tantas horas de proyecciones y tan pocas de sueño. No voy a mentir, hoy al final del día la sensación es la misma, aunque aligerada, en parte, por el descubrimiento de dos películas asiáticas: la surcoreana The gangster, the cop, the devil y la taiwanesa Nina Wu.

El día, pero, ya no ha empezado del todo mal con Achoura, una cinta marroquí dirigida por Talal Selhami que recoge, sin esconderse, el más que recurrido reencuentro de amigos de la infancia en la edad adulta, todos ellos marcados por una experiencia terrorífica conjunta en la niñez. Aunque la originalidad en el planteamiento sea cero, Achoura encuentra en su propia oscuridad motivos suficientes para ser tomada en serio, atreviéndose incluso a presentar la figura de un monstruo realmente digno y bien logrado técnicamente. Un curioso no-reconocido homenaje al legado temático-narrativo del género.

El cine asiático, como se puede prever por la entradilla de este artículo, ha sido el protagonista total de la jornada de hoy. Y si de alguna forma el festival se gusta más a sí mismo que presentando cine asiático, es que este, además, sea de animación. Una película de estas características es pura raza sitgetana, aunque a nivel personal veo que más bien por empeño de la dirección que no por la respuesta del público. De todas formas, nada ha evitado que se proyectara la première mundial de la japonesa Her blue sky, dirigida por Tatsuyuki Nagai, una cinta que si bien técnicamente supera con creces las expectativas que se pueden tener ante una cinta de animación digna, goza de una trama demasiado empastelada, beligerante con aquel que no conecta con sus inquietudes, dejándolo pronto fuera de juego.

El ritmo asiático ha continuado y qué mejor manera de reconciliarse con un festival que con una buena dosis de thriller y acción surcoreana. The gangster, the cop, the devil, dirigida por Lee Won-Tae y protagonizada por el incansable Ma Dong-seok (Train to Busan), aporta todo lo necesario para su disfrute, en parte gracias al malo de Dong-soek y esta perversa fusión entre el bien y el mal, presentándonos un triángulo de intereses que nos hace intuir el mayor de los delirios de violencia y persecución. Una película que recuerda a lo mejor de los tres Outrage de Takeshi Kitano. Bandas, corrupción, intereses, venganzas. What else? Lo mismo se pregunta el chaval de la segunda o tercera fila que al terminar la película, cuando todo el mundo iba ya desfilando, seguía de pie aplaudiendo y gritando a la pantalla. Esto es Sitges, de hecho.

El ritmo se ha calmado un poco con la siguiente proyección, Nina Wu, en una de las sesiones más familiares que he visto en el Festival –el récord actualmente se encuentra en yo y tres más en una sesión de series en Tramuntana–. La película, dirigida por Midi Z y protagonizada por Wu Ke-xi, a quien se le debe de reconocer una sólida actuación, es un coqueteo constante entre la realidad y la ficción, un interesante ejercicio de metacine y un retorcido juego de capas narrativas que terminan por superponerse de forma intencionadamente confusa en sus últimos compases. El film contiene ecos lejanos de Perfect Blue y destaca no solo por su estética, sino por el uso de la cámara como ojo cómplice de su dramatismo. Una interesante propuesta cinematográfica de la que además se puede interpretar un mensaje feminista de fondo que ataca, directamente, a las bases de la industria del cine y sus dotes rancias y paternalistas.

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