‘Nobody’s hero’: El occidental ante el espejo

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La apertura de la sección Panorama de la 72ª edición de la Berlinale va a cargo de la producción francesa Viens je t’emmène (traducida como Nobody’s hero para su estreno mundial), el octavo largometraje de Alain Giraudie. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet (Berlinale 2022

La apertura de la sección Panorama de la 72ª edición de la Berlinale va a cargo de la producción francesa Viens je t’emmène (traducida como Nobody’s hero para su estreno mundial), el octavo largometraje de Alain Guiraudie. El director, que ha competido en anteriores ocasiones en el Festival de Cannes -la última vez, en sección oficial con Rester Vertical (2016)-, nos presenta una comedia encabezada por dos nombres contrastados de la interpretación francesa como Noémie Lvovsky y Jean-Charles Clichet. 

Sus respectivos personajes, Isodora y Mérédic, se encuentran por casualidad mientras ella se gana la vida como prostituta y él hace running por las calles de Clermont-Ferrand. En su primera cita, mientras mantienen sexo oral en un hotel, aparece la noticia en televisión de un atentado terrorista al grito de “Allahu Akbar” en una plaza central de la ciudad francesa. Con esta anécdota como punto de partida, Nobody’s hero se despliega como mucho más que una comedia, abriendo los melones del racismo, la intolerancia, los prejuicios y la inclusión del otro -es decir, del musulmán- en la sociedad francesa y occidental. 

Estas cuestiones se abordan desde la posición de Mérédic, un chico de pasados los treinta años que vive solo, sale a correr tropecientas veces al día y vapea. Una masculinidad que desde un principio se nos presenta risible y es usada con conciencia como uno de los mecanismos cómicos del film. Después del atentado, todo musulmán es hostil y sospechoso a la vista del occidental blanco que él encarna. La cosa cambia cuando la humanidad del personaje permite entrar a uno de ellos a dormir en su portal para que no se muera de frío. A partir de este punto, el film abre dos problemáticas en Mérédic: El enamoramiento perdido por una prostituta controlada por su marido y la relación de caridad e interés con un musulmán sin techo. 

Con todo ello, es más que admirable la forma con la que Guiraudie combina la faceta cómica con la reflexión sociocultural del film. Ante este planteamiento, uno podría acordarse de una película irreverente como Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? (Philippe de Chauveron, 2014), más cercana a la gamberrada que a una cierta reparación de la intolerancia. Quizás Nobody’s hero es un film más prudente porque es fruto de un proceso de maduración colectivo después de unos años, los que van del 2014 al 2017, en los que el terrorismo ha golpeado gravemente la estabilidad de las sociedades occidentales. Una vez lejos de la travesura, la cinta pretende poner al espectador ante el espejo, mostrando los miedos y prejuicios de un ciudadano medio occidental ante la amenaza terrorista del Estado Islámico. Tanto Mérédic como sus vecinos, que poco a poco van ganando importancia, representan lo mejor y lo peor de este proceso de disociación. 

Paralelo a todo esto, Guiraudie se atreve con otro frente delicado: el gran amor de nuestro personaje, Isodora, vive a caballo entre su trabajo como prostituta y la sombra de su marido. Mérédic se interpone en dicha relación y acaba siendo partícipe de un triángulo. La escena más representativa de esta situación es cuando unos matones musulmanes rodean al personaje de Clichet mientras buscan a su protegido y, por detrás, aparece el marido de Isodora para llevárselo a registrar su casa en busca de ella. Nobody’s hero tiene una faceta muy cercana a una comedia de enredos, más aún cuando vamos conociendo mejor los secundarios y al propio protagonista, aunque también vive de escenarios y personajes que parecen sacados de un mundo fantástico o incluso onírico; policías secretos o recepcionistas de hotel que podrían aparecer en una película de Tim Burton. 

Existe algo curioso en visionar la cinta de Guiraudie en 2022 y es que, tras unos años en los que el terrorismo ha dejado de ser una amenaza latente en occidente, dejando paso a las preocupaciones asociadas a la pandemia (el aislamiento, la enfermedad o la pérdida), nos puede parecer que estamos ante una película caduca y desfasada. Al final, lo que vemos en Nobody’s hero, una representación del racismo sistémico, no tiene por qué obedecer a un contexto histórico concreto, sino a una realidad más que actual en los países de occidente. Quizás sea el mejor momento para hablar de ello. 

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