‘Miss Dalí’: Tres horas de surrealismo trágico
Parece que Ventura Pons es un director inagotable y lo demuestra en su nuevo trabajo, Miss Dalí, que presenta la vida de Ana María, hermana del artista catalán Salvador Dalí, a través de sus memorias, contadas a una vieja amiga de Cambridge. | Por Ferran Calvet
Por Ferran Calvet
Parece que Ventura Pons es un director inagotable y lo demuestra en su nuevo trabajo, Miss Dalí, que presenta la vida de Ana María, hermana del artista catalán Salvador Dalí, a través de sus memorias, contadas a una vieja amiga de Cambridge.
Su excesiva duración vaticina lo que te depara durante el visionado. Unas buenas imágenes de apertura de la Costa Brava hacen dudar de lo que después se confirma. Un ritmo lentísimo con gran cantidad de diálogo innecesario que lleva a la desesperación.
No se entiende como Pons puede encuadrar según qué planos tal y como lo hace en Miss Dalí después de tantos años de experiencia. Planos como el de la mesa en la terraza -que además repite unas ocho veces- o como los que utiliza en la entrevista con un Joan Pera más que anecdótico caracterizado con un extraño bigote –alias pedazo de lana pegado con pegamento-.
Respecto las actuaciones, únicamente se salva por los pelos Joan Carreras en su papel de Dalí, siendo generosos. Eulalia Ballart, quien interpreta Ana María Dalí –joven-, realiza una actuación muy plana, no por culpa de su talento, sino por las debilidades del guion. En general esta última premisa es atribuible a todas las actuaciones. Es criticable que Ventura Pons utilice a Sian Phillips para encarnar a Ana María Dalí –mayor-, sin ésta saber ni una sola palabra de catalán, y que encima se perciba de una forma tan evidente en el film. Parece que el director quiso incluir a Phillips en el reparto a cualquier precio.
Tampoco es perdonable que Pons se encargue de ridiculizar reiteradamente a Federico Garcia Lorca (José Carmona). Si su intención era caracterizarlo, el resultado ha sido humillarlo y pintarlo como una persona apajarada y poco lúcida. Más de lo mismo pasa con Buñuel, que interviene para tirarse algún pedo y poco más. La familia del artista tampoco sale demasiado bien parada. Josep Maria Pou da vida a Salvador Dalí -padre- con más pena que gloria, firmando seguramente uno de los peores papeles de la carrera de este gran actor conocido sobretodo por memorables actuaciones teatrales.
La culpa, pero, es toda de Ventura Pons, por llevar a cabo una locura sin reparar en sus consecuencias. Un reparto de calidad desaprovechado, unos planos horribles o unos saltos en el tiempo ortopédicos, incomprensibles e innecesarios.
Lo que sí que se agradece, en medio de tanto caos, es la base realista del relato que se expone, en el que se denota un alto grado de conocimiento en el tratamiento de los hechos. Aun así, no se sabe aprovechar el formato de pseudo-documental que se le atribuye, debido seguramente a una falta de voluntad de hacerlo.
Quién esté dispuesto a aguantar durante casi tres horas los delirios de Ventura Pons creyéndose el mismísimo Dalí -por lo de surrealista-, que apunte este film a pendientes. Los que, por el contrario, no quieran perder el tiempo con una cinta que decae en cada minuto que pasa, que se ahorren el trámite.