‘Medusa’: Gritar para liberarse (Cannes 2021)

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El segundo largometraje de Anita Rocha da Silveira, se presenta como uno de los filmes más atractivos de la Quincena de Realizadores de la presente edición del Festival de Cannes. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet (Cannes 2021)

Nota: ★★★☆☆

El segundo largometraje de Anita Rocha da Silveira, Medusa, se presenta como uno de los filmes más atractivos de la Quincena de Realizadores de la presente edición del Festival de Cannes. 

El prólogo del film nos sitúa en una situación distópica, a caballo entre La Purga y Assassination Nation: Un grupo de mujeres enmascaradas se dirigen a un sujeto -aparentemente corrompido- para administrar la justicia a su propia manera. 

Detrás de esta violenta escena (aunque la violencia en Medusa siempre es palpable o intuïble, nunca la vemos a través de nuestros ojos) encontramos una comunidad ultra cristiana que pone todos sus esfuerzos en el mantenimiento de la pureza y la perfección femenina y en el seguimiento de las consignas de cristo. Dentro de ella, un grupo de chicas jóvenes cuyo epicentro vital es la repetición de las proclamas escuchadas a un personaje mesiático, se encargan de ir a la caza de otras mujeres que no cumplen con sus estándares de pureza. 

Con un trasfondo de revelación libertaria y feminista trasparente desde su inicio (y algo previsible, ¿por qué no decirlo?) Rocha da Silveira nos presenta una interesante y sugestiva película con interesantes destellos de lucidez y destreza visual y narrativa. La película, parece que comienza precisamente en la lenta y tímida concienciación del personaje principal, Mariana, que escapa de su zona de confort después de padecer una lesión en la cara en un ajusticiamiento callejero. 

Y es en este punto cuando llega lo más interesante aunque a la vez más confuso del filme. En unos espacios tétricos y hospitalarios que nos recuerdan a Cemetery of Splendour de Apichatpong Weerasethakul, Mariana inicia un proceso de desdicha de la hegemonía conservadora en la que se ha criado y, poco a poco, el de irradiar este mismo sentimiento a las mujeres de su alrededor. 

Aunque quizás de una forma algo precipitada pero ejecutada con brillantez, la escena que cierra el film muestra la culminación de este proceso de empoderamiento que al final es lo que busca el film desde su inicio, que no se recubre de tópicos y lugares comunes sino que lo hace de forma sutil pero efectiva, sin discursos morales o condescendientes. 

El trabajo de Anita Rocha da Silveira (cuyo primer largometraje, Mate-me por favor, en España pasó por festivales como el D’A de Barcelona) termina siendo una cinta convincente y solvente, quizás algo acelerada en sus momentos finales pero gustosa de ver y de repensar. Un film de terror social que de bien seguro encontraremos pronto en importantes festivales de género y de autor. 

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