‘Lucky’: El realismo existe

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Un brillante Harry Dean Stanton se despide del cine con Lucky, un film que, además, es un canto a la vejez y a su belleza, y una mirada nostálgica hacia un pasado que nunca va a volver: tempus fugit. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet

Un brillante Harry Dean Stanton se despide del cine con Lucky, un film que, además, es un canto a la vejez y a su belleza, y una mirada nostálgica hacia un pasado que nunca va a volver: tempus fugit. John Carrol Lynch es el encargado de dirigir esta obra, que basa su narración en la vida cuotidiana de un hombre de 90 años que afronta impasible la última etapa de su vida.

El sentido existencialista que adquiere la cinta es la mejor forma de encarar este relato realista idealmente localizado en la América rural profunda. Las reflexiones que se desprenden del personaje de Stanton –llamado Lucky, de aquí el nombre del film-, son lo suficientemente profundas para cuajar y lo suficientemente superficiales para no pesar en demasía sin ser vanidosas.

Sin duda, es Stanton quien sostiene toda la narración, aunque no se pretende nada diferente. Los otros personajes que aparecen están calculados para no ocupar ni un segundo más de lo debido del peso colosal que tiene el viejo Lucky. Son personas que complementan al mismo y el relato existencialista que desprende. Por ejemplo, la cuestión de la tortuga de Howard (David Lynch), llamada Presidente Roosevelt, voltea la narración como un pájaro indefenso dando vueltas encerrado sin intención de hacer más ruido de lo debido.

Aun así, la tortuga, -que además abre y cierra el film-, tiene más importancia de la que parece tener. En un relato sobre la vejez y la longevidad, una tortuga se convierte en una figura alegórica del paso del tiempo.

Relativo a lo anteriormente comentado, la sombra de la muerte en Lucky es constante, siempre ligada a la soledad, siendo estos dos los temas centrales. Aun así, ambos se tratan de una forma poética que concuerda con toda la estética del film, que goza de una brillante fotografía y que sabe proponer los distintos planos, encuadres y movimientos en los momentos más indicados.

Lucky es sin duda un retrato brillante y una reflexión sólida de la vejez, que a la vez sirve para que el cinéfilo se despida de Harry Dean Stanton, que murió poco después del rodaje del film. Además, sirve de escaparate de una América profunda que se muestra a través de una estética que recuerda los viejos western, allí donde debemos situar a Stanton hace sesenta años.

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