‘La calle del agua’: Retratar el olvido
Benjamina Miyar fue una de las primeras fotógrafas profesionales de Asturias y, por tanto, una de las primeras en atrapar el tiempo en su tierra, más en concreto en su pueblo, Corao, enclave en el que pasó la mayor parte de su vida. | Por Ferran Calvet
Por Ferran Calvet
El fotógrafo pocas veces acostumbra a ser consciente de la trascendencia de disparar con la cámara. Fotografiar es congelar un momento, un instante concreto. Es documentar un hecho, una acción, pero también un proceso, una época. Benjamina Miyar fue una de las primeras fotógrafas profesionales de Asturias y, por tanto, una de las primeras en atrapar el tiempo en su tierra, más en concreto en su pueblo, Corao, enclave en el que pasó la mayor parte de su vida. Sesenta años después de su muerte, la joven cineasta Celia Viada pone luz a su trayectoria en el largometraje La calle del agua, estrenado en la recién terminada edición del FICX y premiada hasta con siete galardones, entre los que se encuentran el Premio al Mejor Largometraje Asturiano, al Mejor Guion de Película Española y el Premio FIPRESCI a la Mejor Dirección.
Escribía Susan Sontag, en su libro Sobre la fotografía (1977), que fotografiar es un acto de agresión y de apropiación, un acto de poder. Eso mismo es lo que lleva a cabo Viada en el presente filme a partir de la intención de retratar e inmortalizar una historia, la de Miyar, en formato cinematográfico. Parece que la voluntad de la autora, más allá de recuperar una figura disidente desde la cual se permite realizar un ejercicio de memoria histórica, es la de liberar a Miyar de esta función de poder para atribuírselo a sí misma, desde donde se formaliza un relato que recupera parte de la vida personal, laboral y artística de su protagonista.
En el desarrollo de este retrato, formado por la voz en off de la directora e imágenes de archivos domésticos completados con instantáneas de Miyar, Viada lleva a cabo esta agresión -siempre entendiéndola como la intromisión de la cámara (o el instrumento artificioso) en la percepción de uno mismo o del otro- como la mejor forma de rescatar una figura tan singular y extraordinaria, llamada a ser testigo activa (y en ocasiones víctima) de los procesos más importantes de la primera mitad del siglo XX.
Quizás lo más poderoso del filme, más allá del magnetismo que acaba adquiriendo su personaje, es el trato considerado y empático por parte de la autora a su protagonista. Dos mujeres que pese a formar parte de generaciones y tiempos completamente diferentes, parecen establecer una respetuosa afinidad a partir del rastro fotográfico y documental dejado por la segunda.
La misma Sontag apuntaba en la misma referencia que el tiempo termina por elevar casi todas las fotografías, aun las más inexpertas, a la altura del arte. Esta reflexión es la que viene a la cabeza cuando se contemplan los trabajos de Miyar, de los cuales la mayoría navegan entre la voluntad ya expresada de documentar un lugar, una época y una clase, y el divertimento, manifestado sobre todo a través del autorretrato. Todos ellos son convertidos hoy en objetos de culto, de una belleza y un valor visual indiscutible, piezas merecedoras de ocupar visualmente el metraje de una de las óperas primas más destacadas de la temporada cinéfila.
Me quede con las ganas de poder desplazarme a Gijon ,para verla.Bemjamina cuando su permanencia en la carcel de Oviedo,Recibio la comida desde la casa de mis padres y los dias que ltenia de permiso,se los pasaba con nosotros.Eramos unos crios pero la recuerdo de pasar muchas tardes en casa.