‘Elizabeth Harvest’: Perversión hitchcockiana [Sitges 2018]
Visualmente es como mejor se resuelve la cinta, con una imagen muy colorida y elegante. Todo el decorado está tan minuciosamente colocado que queda en el límite de lo pictórico. | Por Ferran Calvet
Por Ferran Calvet
La perversión y los experimentos biológicos con humanos son algunos de los leitmotiv favoritos del cine fantástico y por supuesto de los programadores y la audiencia de Sitges. Más si estos van camuflados detrás de una relación entre una joven pelirroja (encima interpretada por Abbey Lee) y un sesentón controlador. El director venezolano Sebastián Gutiérrez (Hotel Noir; Girl Walks Into a Bar), nos presenta la historia de Elizabeth y Henry, una pareja recién casada que va a vivir en la mansión de él. De todas las habitaciones, ella solo tiene prohibida una. Pero como no podía ser de otra manera, Elizabeth entrará en ella.
Las referencias que maneja Gutiérrez para dar forma a Elizabeth Harvest son numerosas, pero parece que la intención es entremezclar el cuento del Barba Azul con una perversión hitchockiana mezclada con el concepto de mad doctor. Esta triple entente forma la base de un guion que pasa por diferentes fases en el transcurso del film, pero que tiene la misión de desconcertar cada vez más al espectador hasta dejarle noqueado.
Visualmente es como mejor se resuelve la cinta, con una imagen muy colorida y elegante. Todo el decorado está tan minuciosamente colocado que queda en el límite de lo pictórico. Esta elegancia actúa de tapadera temporal de la trama perversa que comienza una vez Elizabeth entra en la habitación. A partir de allí, aunque se mantiene la elegancia visual, comienza un relato de doctor loco que rompe con los esquemas establecidos en un principio.
Enfrente una trama que va desviándose hacia lugares inciertos, nos encontramos un trabajo actoral que no convence en absoluto. Abbey Lee no sabe desplegar carácter y se queda en la muñeca rota que encarnaba en The neon demon. Ciarán Hinds tampoco sabe encajar el perfil de eminencia intelectual que se le intenta atribuir, y se queda más bien en viejo verde carne de psiquiatra. En cambio, Carla Gugino, en el papel de la criada/científica asistente, sí que aporta un poco de credibilidad a todo este desorden.
Elizabeth Harvest es un desvío constante. Gutiérrez no se conforma con lo que va teniendo y va queriendo más y más hasta llegar a un punto que no parece sostenible. Después de dos Abbey Lees por allí intentando matarse una a la otra, lo mejor que podía hacer la película es mostrar los créditos finales. Un film que venía con muy buenas ideas al plantear una historia oscura y perversa en un lugar aislado, se estropea dejando a Lee todo el control de la situación. Una cinta light y desaprovechada que se salva por los pelos gracias a su buen trabajo visual.