‘Climax’: Sin compasión en la rave [Sitges 2018]

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La compasión hacia los personajes no existe en absoluto, y una sangría llena de LSD desata todavía más la locura y el descontrol. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet

Gaspar Noé es un director políticamente incorrecto que ya ha utilizado Sitges como laboratorio para probar sus macabros productos. Después de escandalizar al público de este mismo festival con su Love (2015) en 3D, y ser el autor de películas tan duras como Irreversible (2002), su nueva propuesta está todavía lejos de dejar atrás su identidad cinematográfica.

El director argentino decide encerrar una serie de bailarines en una rave presidida por una gran bandera francesa. Se puede suponer ya, por donde irán los tiros si esta idea viene de Noé. Tras un prólogo denso, la primera escena en plano secuencia ya dentro de la rave es lo más memorable del film. A partir de allí se desencadenan un conjunto de diálogos y acciones denigrantes que llevan Climax hacia donde Noé se siente más Noé. Hacia su propio clímax.

Es entonces cuando vas viendo que el público de tu alrededor va abandonando sus butacas ante la incomprensión de lo que está viendo y la locura general que ha desencallado el film. Me imagino Noé en la salida del Retiro regodeándose.

La compasión hacia los personajes no existe en absoluto, y una sangría llena de LSD desata todavía más la locura y el descontrol. El resultado acaba siendo autolesiones, espasmos, peleas, sexo, niños fritos y bailes psicodélicos. Muy loco todo, pero genial. Es lo que se le pide a Noé cada vez que uno se enfrenta a un film suyo, y no defrauda en absoluto. Acabo pensando que los que dejan la sala no tenían claro a qué tipo de proyección iban.

Climax termina siendo una especie de Ángel exterminador moderno. Un retrato de una sociedad salvaje e individualista. Su dureza no compadece a nadie. Los que quedan en la sala aplauden al acabar, pues hay quien entiende que el cine de Noé es necesario para explorar los límites de lo humano y a la vez de lo cinematográfico. Y que además no pretende agradar a según qué tipo de cinéfilo, acomodado en unos cánones específicamente clásicos. Noé pretende agradarse a él mismo y a sus devotos, aunque siempre deja un pequeño lugar para nuevos partidarios. En este último grupo, entro yo.

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