‘Isla de perros’: Un delirio estético al más puro estilo Anderson

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Aunque Isle of dogs es diferente a casi todos los trabajos previos de Anderson, su huella y personalidad están presentes des del comienzo del film. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet

Wes Anderson es uno de los cineastas con más personalidad del panorama actual y lo demuestra en cada cinta que dirige. Aunque Isle of dogs es diferente a casi todos sus trabajos anteriores -exceptuando, quizás, Fantastic Mr Fox (2009), donde también encontramos animales animados en stop motion-, su huella y personalidad están presentes des del comienzo del film, dando como resultado una película andersoniana casi en su totalidad.

Isle of dogs nos presenta la ciudad japonesa de Megasaki, cuyo alcalde envía todos los perros a Trash Island (la Isla de la Basura) debido a una gripe canina. En la isla, se ve aterrizar forzosamente a pequeño piloto, un chico de doce años que busca su perro guardaespaldas, y que será ayudado en su labor por un grupo de perros liderados por Líder, un can callejero que no acepta ningún tipo de amo.

La magnífica caracterización de los perros con dotes humanos es sin ninguna duda el motivo principal por el que el film funciona casi a la perfección. El realismo que desprenden los animales es mayúsculo, incluso con la mezcla constante de actitudes humanas y caninas, que des de otro enfoque, sería fácil caer en la comicidad.

Muy ligado con este realismo, es inevitable no elogiar las dotes de Anderson y de su equipo técnico para elaborar un stop motion delicado y detallista tanto en sus movimientos como en la caracterización de los personajes y las escenas. El detallismo y el gusto por el color de Anderson también es palpable des del minuto cero, tal y como pasa, por ejemplo, en El Gran Hotel Budapest (2014). La simetría de los encuadres, el orden y la disciplina en el movimiento y esta visión rígida e idealista del espacio, son otros elementos característicos de los films de Anderson y que se aprecia en Isle of dogs.

Donde el film flaquea es en la falta de profundidad de sus personajes, sobretodo los de género femenino. Como en tantos otros trabajos de Anderson, estos quedan arrinconados y condenados a no tener ningún protagonismo relevante. Es el caso de Nutmeg o de la estudiante Tracy, siendo esta segunda el ejemplo más flagrante.

El mensaje que esconde el film, en cambio, no va en esta línea. Más bien se puede interpretar como un mensaje que va en contra la discriminación, ya sea la que se ha llevado a cabo durante la historia o la que tiene lugar hoy en día. Aunque los films de Anderson no siempre vienen cargados de algún mensaje socio-político, este es susceptible de ser una pequeña excepción.

A nivel narrativo, pero, a diferencia de a nivel visual, parece que Anderson no toma ningún riesgo, confiando así con la belleza de las imágenes y la caracterización de los personajes caninos, ambos conseguidos gracias a un gran trabajo técnico y artístico. Es por eso que al fin y al cabo, el film está elaborado para provocar un delirio visual que parece innegable. Aun así, a parte de la debilidad de los personajes femeninos, el guion parece no estar dispuesto a tener potencia, sino más bien a dejar paso a la preocupación estética de Anderson.

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