‘Hygiène Sociale’: El silencio en el cielo (Berlinale 2021)

Por Jaime Lapaz (Festival de Berlín)

La nueva película de Denis Côté, autor de Antología de un pueblo fantasma (2019) y Boris sin Beatrice (2016), entre otras, transcurre en un lugar tan atemporal e inamovible como la naturaleza. El escenario es tan estable como la tierra misma, el telón es igual de traslúcido que un bosque inmenso, la iluminación es tan intensa como el sol, los bastidores son tan simples como un arbusto, los efectos sonoros son tan terroríficos como el graznido de los cuervos, y el telar es tan real como un cielo nublado.

Denis Côté construye Hygiène sociale (2021), recién presentada en la sección Encounters de la 71ª edición de la Berlinale, con la mayor constricción formal. La cámara está muy alejada de los actores, y parte del plano se encuentra misteriosamente enmarañado. Las composiciones, de una belleza frontal y teatral apabullante, se mantienen durante largas escenas en que los personajes están anclados a la tierra, inamovibles. La distancia entre personajes también es llamativa: no hay una pretensión de acercamiento entre ellos, ya no solo físico, sino moral. Apenas se miran a la cara. Se dirigen unos a otros declamando a gritos, como si además de hablar entre ellos se dirigiesen a una platea. El aire entre personajes se torna por momentos asfixiante.

Pero precisamente es la limitación formal de la propuesta lo que hace más reveladora la volatilidad temática del trabajo dramatúrgico de Côté. Estructurada en una sucesión de encuentros de un protagonista con cinco secundarios (una construcción interrumpida de vez en cuando por una subtrama que rompe con la formalidad y que sirve de suspense), Hygiène sociale alza el vuelo en una tragicomedia que vira de lo banal a lo solemne en un abrir y cerrar de ojos.

Los diálogos confrontan a Antonin, un personaje construido mediante contradicciones, con cinco secundarios que no podrían estar más alejados de sus posturas éticas y morales. Antonin es en primer lugar un charlatán, un hombre que, como ocurría en el cine de Éric Rohmer, al intentar ponerse en escena a sí mismo no hace más que revelar su verdadera naturaleza. Las cinco mujeres con las que es puesto a prueba desean hacerle cambiar, aunque se conformarían con hacerle al menos recapacitar. Es en vano: la “higienización social” a la que se refiere Côté es imposible para Antonin, empeñado en perfumarse sin haberse duchado antes.

La “angustia moral” que padece el protagonista (a causa de su carácter nihilista, hedonista, frívolo y cínico) es interpretada de la forma más elegante posible por un Maxim Gaudette en estado de gracia. El patetismo del personaje y todas sus ironías concuerdan en todo momento con varios de los anacronismos propuestos por Denis Côté, que dan una cierta liviandad a un metraje que podría rozar lo suntuoso y lo plúmbeo, a causa de perder el norte en algunos de los pasajes.

Porque las dosis de humor o sátira, que van de lo social a lo surrealista, no hacen nada más (y nada menos) que aderezar un subtexto profundamente apocalíptico, y que emerge (al fin) con la mayor de las fuerzas en el tramo final de la película. Antonin es confrontado a una joven (externa a la obra y que se adapta a la puesta en escena en un guiño majestuoso) que decide invocar un gran juicio y “el silencio en el cielo” al que se refería Ingmar Bergman en El séptimo sello. Los diálogos que antes parecían limitarse a la small talk se revelan tan cargados de moral como los de la filosofía griega clásica, en un debate magnífico sobre la fe y la decisión de obrar el bien o el mal ante el juicio de la sociedad y antela inevitable muerte (“los hombres que miran mucho al cielo suelen morir”). Hygiène Sociale posee algunos de los mayores elementos que se le pueden pedir al cine: belleza y misterio.