‘Elephant’ (2003): La masacre en plano secuencia

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Elephant relata los instantes previos a la masacre des de puntos de vista de distintos alumnos del instituto que desconocen lo que están a punto de vivir. | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet

Elephant in the room’ (‘Elefante en la habitación’) es un dicho inglés que se usa para hacer referencia a problemas que todo el mundo ve y son ignorados. Ésta frase da nombre a la película Elephant, título con el que el cineasta norteamericano Gus Van Sant se alzó con la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año 2003. Es sin duda una de las obras más reconocidas de Van Sant, basada en un hecho real conocido como La masacre de Columbine, cuando dos adolescentes abatieron, en 1999, doce compañeros de instituto y un profesor.

Esta cinta es la segunda de las que componen la Trilogía de la muerte del director de Louisville, junto a Gerry (2002) y Last Days (2005), todas ellas inspiradas en hechos reales, ésta última elaborando una ficción sobre los últimos días del músico Kurt Cobain.

Elephant relata los instantes previos a la masacre des de puntos de vista de distintos alumnos del instituto que desconocen lo que están a punto de vivir. Por tanto, paralelamente a la preparación de los autores, Van Sant nos muestra un día cualquiera en el instituto a partir de algunos de sus alumnos, entonces en calma y en una aparente paz.

El film está repleto de elementos poco ortodoxos, aunque quizás el que más resalta es el uso del tiempo, en un constante tira y afloja entre el pasado y el presente, hasta tal punto de resultar confuso en ocasiones. El seguimiento continuo de los personajes con planos secuencia cámara en mano es uno de estos elementos poco ortodoxos que sí que funcionan, aunque se nos condene a ver espaldas durante gran parte del film. Este seguimiento individual nos guarda, además, un juego de percepciones y versiones que, pese a su poca transcendencia dentro del relato, refuerza más el discurso del ‘Elephant in the room’.

El sello técnico de Van Sant se encarga de tapar el agujero que deja abierto el guion, muy flojo en general, repleto de conversaciones intranscendentes y vacías, puede que con una intención clara de criminalizar –aún más- la fase adolescente en la que se encuentran los personajes. Aun así, no hay que poner ningún pero a los movimientos de cámara y a algunas transiciones realmente buenas y oportunas.

La música también parece estar bien escogida y enlazada siempre con uno de los perpetuadores de esta masacre. El mismo tema, Bagattelle in A minor, woO – “Für Elise” de Beethoven, es recurrente en las escenas donde éste es protagonista.

No es hasta el tramo final del film, después de pasar por el punto de vista de varias de las víctimas y de suceder los primeros disparos, que la narración no se desenvuelve con soltura, consiguiendo una dosis de interés que no había tenido anteriormente ni por asomo. Su desenlace atrapa, sangriento y despiadado, a modo casi de videojuego.

No se espera nada más de una cinta que agradece estar en manos de Gus Van Sant, cuya dirección salva el film de la caída libre para colocarla en un status de referencia en el control de la cámara pese su inocuo guion y cuestionable planteamiento.

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