‘El escándalo Ted Kennedy’: La peor cara de la política

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Si resolvemos que el film no tiene ningún tipo de credibilidad, y que además no esconde ningún tipo de mensaje o dirección, ¿cuál es el objetivo final de Chappaquiddick? | Por Ferran Calvet

Por Ferran Calvet

En unos tiempos en que los escándalos públicos de dirigentes políticos o aspirantes a serlo parecen ser el orden del día, ya sea en EE.UU o en España, el estreno de El escándalo Ted Kennedy –o Chappaquiddick en su título original- no puede ser más oportuno. Esta cinta dirigida por John Curran (El viaje de tu vida, Stone) trata el escándalo en el que se vio involucrado el último de los hermanos Kennedy en plena carrera por conquistar la presidencia de los Estados Unidos y volver a poner en lo más alto este apellido tan exigente.

Debe de reconocerse que la temática del film resulta atractiva des de un principio, y más para aquellos que andamos deseosos de conocer las artimañas y tretas que se desenvuelven en el interior de los estados y las esferas de poder. Este tipo de escándalos norteamericanos, además, dan para mucha literatura debido al gran revuelo que provocan en la opinión pública internacional. Aunque la verdad es que el tema había pasado desapercibido totalmente para quien firma esta reseña.

Y el problema principal del film es que des de su inicio parece renunciar a toda su requerida credibilidad. Los causantes de esta sensación no parecen ser otros que la caracterización tan barroca de los personajes y la artificialidad exagerada que compone el film, ya sea a través de sus diálogos, espacios, vestuarios, maquillaje o gestos.

La figura que más chirría, puede que venga a ser la de Ted Kennedy (Jason Clarke), problema añadido si reparamos en que se trata del protagonista. La credibilidad del personaje de Clarke es tan poca, que si nos intentáramos enganchar al film a la media hora, no sabríamos si acaba de provocar un accidente mortal antes de huir del lugar de los hechos o acaba de pinchar una rueda de su bici (eso sí, después de una rápida búsqueda en internet, guarda una cierta semejanza con el original). No desestimemos tampoco la figura del patriarca de los Kennedy (Bruce Dern), un personaje tan mal caracterizado que ralla el ridículo y provoca la risa tonta a partir de su primera aparición.

La escena que podría salvar un poco los muebles de esta cinta es la de Mary Jo (Kate Mara) intentando escapar del coche ya hundido en el lago. Es quizás el primer y único momento en el que se consigue sentir una empatía que no volverá a aflorar en lo que queda de historia. Esta dificultad por empatizar va muy ligada con lo que vamos comentando: artificialidad y falta de credibilidad que condenan al film a no funcionar de ningún modo ni en ningún momento.

Entonces es posible que uno se pregunte: ¿cuál es la función de fondo de la producción? No sería nada disparatada la idea de que detrás de este tipo de película se escondiera –a medias- un mensaje político-ideológico, y más si el producto viene de EE.UU. El ejemplo más reciente es la penúltima cinta de Spielberg, The Post, que a pesar de ser un producto cinematográfico en sí, esconde un mensaje patriótico norteamericano en favor de la libertad de información y la quinta enmienda –entre otros-. Pero Chappaquiddick no esconde ningún tipo de mensaje o idea más allá de la de mostrar que las élites han hecho y seguirán haciendo lo que les plazca sin ningún tipo de consecuencia, no sólo penal, sino pública, y además bajo la resignación de la ciudadanía. Éste film es dicha resignación convertida en película, sin más.

Si resolvemos que el film no tiene ningún tipo de credibilidad, y que además no esconde ningún tipo de mensaje o dirección, ¿cuál es el objetivo final de Chappaquiddick? Hacer una película por hacer, no tiene sentido alguno, y contar una historia que 50 años después no tiene ningún tipo de repercusión ni interés, aún menos.

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